Gerardo Farell
2 min readMar 17, 2021

Animal Nocturno

Por razones que aún no comprendo pero si aprovecho, mi cerebro tiene una actividad inusual cada que cae la noche. Empieza a carburar a mil por hora, a procesar lo que me trago y no saco en todo el día, los putazos sentimentales que siento en el día salen de la palma de mis manos en forma de palabras, de letras, de cuentos y capítulos de novelas sin terminar.

Cada noche que escribo, ya que no son todas, siento que un gran peso se suelta de mi, que me desangro y las páginas electrónicas se llenan con parte de mi, con mis gustos y disgustos, mi llanto y mi felicidad. Una catarsis nocturna, una que disfruto mucho, se lleva a cabo y concibe a un ser literario, uno nocturno.

Ese ser y yo somos animales nocturnos que vagamos por las calles bañadas con luz ámbar y esperanzas rotas de esta ciudad que te mastica y te escupe si te descuidas. En una imaginaria pero no menos real Ciudad de México, donde nos desarrollamos y desenvolvemos entre el manto oscuro de la noche.

Escribo de noche y corrijo de día, ese es mi proceso en general, que si bien no es práctico si lo vemos del lado de la producción literaria que he tenido en los últimos meses, por el solo hecho de ser catarsis pura, ya es una ganancia. Gano al quitarme ese peso de encima y vomitar mi billis, mi sangre y todo el mugrero que me trago en el “documento en blanco”.